Los celtas establecían una vinculación directa de los
bosques con la personalidad de cada uno. Así, nació el horóscopo celta, que
incluye 21 especies de árboles que determinan las características humanas, con
sus virtudes y sus defectos. Si Galicia fuese un carballo, estaríamos ante
alguien “valiente, de naturaleza robusta, fuerte, implacable, independiente,
sensible pero a la que no le gustan los cambios”. Los incrédulos pasarán un
buen rato con esta simbología, mientras que los naturalistas recuerdan que las
personas, como los árboles, nacen, crecen y se reproducen. Como los humanos.
Los árboles y los bosques han sido símbolos de vida y
protección en la astrología celta y precisamente en torno a ellos se desarrolló
su cultura. En aquella época, los druidas, inspirados en la magia estacional de
los bosques, desarrollaron un horóscopo protector, que como la mayor parte de
las culturas coetáneas se encontraba inexorablemente ligado a las fases de la
luna.
De esta manera, los bosques eran las catedrales los druidas.
No se trata de una hipérbole porque en ellos llevaban a cabo sus fiestas,
rituales y ceremonias. El poder de los dioses se encontraba místicamente
vinculado con cada uno de los árboles del bosque; cada especie vegetal arbórea
era consagrada a un dios o simbolizaba una virtud.
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